jueves, 16 de agosto de 2007

LUCHA DE TITANES

No se trata de un cuadrilátero pero en la tribuna tricolor del Congreso de la Unión los jaloneos internos están a la orden del día entre sus líderes y la reforma fiscal es la que se ha encargado de evidenciarlos.
Y es que resulta que aunque son de las mismas filas, las diferencias entre las bancadas del PRI en el Senado y en la Cámara de Diputados comandadas por Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa, respectivamente, han salido a flote.
En los pasillos de la vieja Casona de Xicoténcatl y en los de San Lázaro cuentan que aunque ambos líderes hasta se dan tiempo para sonreír juntos para la foto, la realidad es que entre ellos hay una carrera seria por el protagonismo en el tema fiscal.
Para muestra basta un botón, dicen por ahí.
Esta semana el líder de los diputados del PRI acudió a la inauguración de la plenaria que realizaron sus correligionarios en el Senado y declaró que condicionaban la aprobación del paquete fiscal del gobierno de Felipe Calderón a la inclusión de la reforma electoral en la agenda.
Pero tal como ocurría en el sexenio pasado con el portavoz de Los Pinos, Rubén Aguilar, el vocero de los senadores priístas y el secretario general del partido, Carlos Jiménez y Jesús Murillo, salieron minutos después a explicar que lo que quiso decir Gamboa era que estaban interesados en revisar el tema electoral, pero que no se trataba de un condicionamiento.
A pesar de esto, los reflectores del tema fiscal los logró acaparar astutamente Beltrones, porque abrió las puertas de la reunión que tuvieron con el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, a los medios de comunicación para mostrar la construcción de los acuerdos entre ambas partes.
Sin embargo, del otro lado de la cancha saltó inmediatamente el priísta Jorge Estefan Chidiac, presidente de la Comisión de Hacienda para aclarar que no están de acuerdo con todas las demandas y ajustes que sus correligionarios en el Senado pretenden hacerle a la reforma, por lo que ellos fijarán su postura la próxima semana.
Ahora los priístas no sólo tienen el sartén por el mango, sino que también se pelean por mostrar de quien es la mano que lo agarra.

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